-¡Grace! ¿qué es eso que llevas puesto?
Agarré el pompón de mi gorro con el índice y el pulgar y le di una sacudida.
-¿Esto? No sé cómo lo llamaréis en tu pueblo, pero en el mío se llama gorro. Viene bien para que no se te enfríen las orejas.
-Qué barbaridad -exclamó Sam mientras se acercaba. Me rodeó la cara con las manos y se me quedó mirando-. Está guapísima. -Me dio un beso, observó el gorro y volvió a besarme, y yo me hice la promesa de conservar aquel gorro toda mi vida.

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