España es uno de los pocos países del mundo cuyo primer periódico en ventas es deportivo. Medio país arranca el día con el diario Marca bajo el brazo y con sus sabios consejos. Todo vale. Seguir las vidas de 22 millonarios que se juntan los fines de semana para jugar 90 minutos detrás de una pelota y que consiguen paralizar un país es motivo de respeto y de forma de vida a seguir. Pagar un carnet de socio cuyo precio es descomunal es comprensible. Defender una bandera. Salir a morir. Escuchar cánticos fascistas y asistir a actos violentos forma parte del circo consentido por todo el mundo. "Son mis colores", dicen. La prensa es el caldo del cultivo para que todo el mundo entre en el círculo. El fútbol es cultura y cualquier novedad o pataleta de alguno de los millonarios puede abrir los telediarios sin provocar la más mínima sorpresa.

En cambio, para una parte de la prensa, los grupos de música que mueven fans no son más que marionetas. Máquinas de hacer dinero. Engañabobos con tatuajes y pose estudiada en la vida. Gastar 35 euros en una entrada es una locura, ¡hay crisis! Esperar varias horas en una puerta es una amenaza a la razón. Juventud desquiciada y a la deriva. ¿Viajar a otro país para ver un concierto? ¡Estáis loc@s! Si al menos fuera una final de Champions League y se pudiera conseguir una entrada en la reventa por 2000 euros sería un dinero bien empleado. El partido del siglo.

¡Benditos gilipollas!

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