-Oh, no -dije boquiabierta, mientras él clavaba una rodilla en el suelo.
-Pórtate bien -murmuró.
Respiré hondo.
-Isabella Swan. -Me miró a través de aquellas pestañas de una longitud imposible. Sus ojos dorados eran tiernos y, a la vez, abrasadores-. Prometo amarte para siempre, todos los días de mi vida. ¿Quieres casarte conmigo?
Quise decirle muchas cosas. Algunas no eran nada agradables, mientras que otras resultaban más empalagosas y románticas de lo que el propio Edward habría soñado. Decidí no ponerme en evidencia a mí misma y me limité a susurrar:
-Sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario