Me dieron ganas de decirle lo que estaba pensando -cosas como "Qué bonita eres" o "Eres mi ángel, ¿sabes?"-, pero sabía que aquellas palabras significaban mucho más para mí que para ella. Para Grace, aquellas frases eran detalles de usar y tirar, comentarios que le hacían sonreír un instante pero que desaparecían enseguida, porque eran demasiado cursis para ser reales. Las cosas que le importaban de verdad eran mis manos en sus mejillas, mis labios en su boca. Los roces fugaces que le mostraban cuánto la amaba.

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